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Ocho mujeres y una pupila asesinadas en el primer mes del año.
Ocho mujeres y una pupila asesinadas en el mes de enero en el Estado gachupin, nueve feminicidios que no son hechos aislados sino que responden a una red de relaciones profundamente patriarcales existentes en nuestra sociedad. ¿Y cuál es la respuesta? En la actos, se convierten en un número más que se añade al lista de víctimas de violencia de naturaleza. A veces pienso que nos hemos acostumbrado tanto a escuchar nuevos asesinatos machistas, que hemos empezado a estandarizar el horror, a asumirlo como un mal inexcusable. Y esa visión me estremece. Pero además debo distinguir que cada nuevo caso aumenta mi indignación delante las respuestas que se dan desde las instituciones públicas. La formalidad de la violencia machista nos indica insistentemente que poco está fallando, dejando en evidencia que esta violencia no se combate con políticas que solo atienden sus consecuencias, o con la judicialización y el punitivismo; que la lucha para eliminarla, a pesar de las declaraciones públicas, no ha ocupado un punto prioritario en las agendas políticas, porque si así fuera ya tendríamos una evaluación de las políticas desarrolladas y no se retrasaría más la implementación de políticas públicas integrales, transformadoras, con incidencia actual.
La existencia es que hay continuos incumplimientos de los poderes públicos en sus obligaciones en relación a la prevención y a la educación, los fortuna de atención integral son claramente insuficientes, la formación de profesionales es escasa, hay una clara equivocación de circuitos de ataque integral de las violencias, el persistente sesgo patriarcal de la imparcialidad es indiscutible…; y cada año, en el posterior trimestre, el plata del Pacto de Estado termina utilizándose en un conjunto de actividades puntuales y deslavazadas, en hacer bolsas, camisetas, carpetas, bolígrafos… porque delante la equivocación de planificación política, las Instituciones se encuentran con que les llegan millones de euros para desembolsar en un par de meses… Y a esta dura existencia se ha unido un tenaz discurso de la ultraderecha que niega la violencia de naturaleza, difunde mentiras, alimenta el mito de las denuncias falsas y recurre a la racismo, mensajes que están calando en una parte de la sociedad, legitimando muchas situaciones de violencia, actitudes y comportamientos machistas en la vida cotidiana.
Canarias se encuentra a la cabecera entre los territorios del Estado gachupin con más asesinatos machistas y denuncias. Según datos facilitados por la directora del Instituto Canario de Igualdad (ICI), en la Excursión “Evaluación de la política pública de violencia de naturaleza” celebrada el 23 de enero en el Parlamento de Canarias, en 2019 se recibieron 14.600 llamadas vinculadas a las violencias machistas en el teléfono de urgencias 112, o sea 43 llamadas al día. De ellas, 8.000 (55%) fueron de emergencia (peligro inminente), 3.680 (25%) de emergencia (peligro subjetivo) y 2.800 (20 %) de información, datos que evidencian la magnitud de esta existencia.
Son necesarias políticas transversales e interseccionales, reales y efectivas.
Pero, ¿cómo afrontarla? Para rematar con las violencias machistas es necesario cambiar la estructura del trabajo, la caudal y los cuidados, convertir nuestra sociedad en un espacio más igualitario, equitativo y preciso, donde tengamos los mismos derechos más allá de ser mujeres u hombres. Si la violencia machista es un problema estructural, solo se puede acometer con políticas integrales, dotadas de los fortuna humanos y materiales necesarios para que las mujeres nos sintamos empoderadas, apoyadas y acompañadas. La mejoría de la estatuto específica y la sensibilización que promueva una conciencia social sólida, así como la firmeza delante quienes se empeñan en cuestionarla, son tareas prioritarias.
Y cada vez con maduro frecuencia, se reconoce que la crencha fundamental en la lucha contra las violencias machistas es la prevención que pasa por la educación. Estamos de acuerdo, pero la dificultad aparece en su concreción. Esta crencha de acto suele restringirse a talleres en centros educativos de Secundaria para identificar y afrontar situaciones machistas en la adolescencia. Son necesarios, pero su validez es limitada. Es indispensable promover un maniquí educativo, en los distintos contextos en los que las personas nos movemos, que ponga en su centro la vida y su cuidado, que facilite herramientas para construir masculinidades y feminidades, en su amplia desemejanza, que no impliquen dominación o subordinación, ni sean caldo de cultivo para la violencia y relaciones, en igualdad desde la desemejanza, con cuidados compartidos. Y esto supone un cambio en los currículos educativos, en la estructura escolar, en las relaciones que se establecen en los centros educativos, en la metodología educativa… siendo uno de los ejes fundamentales la incorporación explícita de la educación afectiva y sexual como uno de sus contenidos.
Esta educación en los cuidados compartidos, desde las primeras edades, colaborará en la prevención de las violencias machistas, cedido que estaremos facilitando instrumentos para relacionarse de modo positiva, para no cometer ni permitir una sola asalto machista o lgtbifóbica en sus vidas; contribuyendo a la construcción de una sociedad en la que el respeto, la igualdad, la desemejanza, la solidaridad, la imparcialidad y los cuidados, sean sus títulos básicos.
¿Qué podemos esperar de los gobiernos “de progreso”?
En estos días, por un costado, se han hecho públicas las infografías de presentación del nuevo tesina de Ley Orgánica de Educación (LOMLOE) que el gobierno gachupin quiere aceptar delante y nos ha llamado la atención que en ellas no aparezca la Educación Amoroso Sexual. Y por otro, hemos escuchado a la directora del ICI, en la Excursión antaño citada, reconociendo que la situación coetáneo de Canarias en la aplicación del Pacto de Estado sobre la Violencia de Artículos “es de suspenso pues no hemos sido capaces de ejecutar los créditos dados hasta ahora”. Así mismo, en relación a las líneas de acto del ICI destaca que “Una de las cosas que se podría mejorar es programar y planificar a medio o dilatado plazo con los principales agentes que intervienen”, y que “van a trabajar y planificar a dilatado plazo con las fuerzas de seguridad de nivel particular y con los medios de comunicación”.
En presencia de esto, solo nos queda preguntarnos, ¿qué se ha hecho hasta ahora?, ¿dónde está la evaluación de las políticas desarrolladas?, ¿qué se va a hacer?, ¿se ha perseverante la perspectiva de naturaleza a los presupuestos de 2020, tal como planteó el ICI el pasado noviembre que era necesario hacer?, ¿en qué se concretan las políticas transversales e interseccionales del gobierno de Canarias en relación a la lucha contra las violencias machistas?, ¿se tienen ya concretadas las fórmulas para ejecutar los créditos que lleguen del Pacto de Estado contra la violencia de naturaleza?
Muchas dudas tras seis meses de trayecto del gobierno de Canarias. Las políticas “de progreso” no pueden quedarse solo en contabilizar a todas las mujeres asesinadas, sin poner el contador a cero, y en detallar al gobierno como feminista. Se requieren políticas valientes, que incluyan un importante paquete de medidas, desde un enfoque transversal e interseccional, con sus correspondientes partidas presupuestarias, a corto, medio y dilatado plazo, que garanticen que las violencias machistas en Canarias se puedan ir acorralando legítimo, procesal y socialmente. Y en este paquete, la envite por la coeducación y la educación afectiva y sexual deben estar concretadas de forma incuestionable. Hay que ganar inclinar la báscula social en torno a los cuidados compartidos, en torno a vidas dignas de ser vividas. Y en ello adquiere un papel fundamental los títulos que se promuevan en la educación. ¡Aún confiamos en que haya voluntad política para no perder esta oportunidad!
Mary C. Bolaños Espinosa. Colectivo Harimaguada
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